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ESTE ES UN INTENTO DE APRENDER A USAR ESTA HERRAMIENTA

domingo, 30 de mayo de 2010

MIS MUJERES

En esta ocasión la profe nos pidió hacer un retrato de la abuela, q es una figura importante familiar.
De inmediato pensé, no tengo abuelaaaaa, no tuve ningunaaaa
Y me dió una pena, no tuve padre, no tuve abuelos ni abuelas, ni hermanos ni hermanas
Me sentí tan huérfana de todo
Pero luego me puse a escribir y resultó este anecdotario de las mujeres de mi familia...


Mis mujeres.

Mi historia familiar es un matriarcado que ha existido desde la bisabuela Custodia, la mujer más antigua que conozco de la familia.

Las mujeres de la familia materna han sido fuertes, dominantes, autosuficientes y autoritarias: unas brujas castradoras como se dice ahora.

No tengo experiencia vivencial de abuelas, murieron antes de mi nacimiento. Así que las conozco de oídas, por fotos y por historias. Historias que he ido engranando en el tiempo, contadas por las tías-abuelas, primas, empleadas, vecinas y amigas. Siempre han sido mujeres las narradoras, parece que a los hombres no les interesara de dónde vienen. ¿Será así?

Algunas de las historias las robé, escondida, escuchando casi sin respirar, para no delatar mi presencia, y perderme esos secretos familiares. que se suponía no debía escuchar.

La bisabuela Custodia era profesora, lo que era muy prestigioso en esos años y bien pagado. Hizo sus primeras clases en la escuelita del fundo donde vivían. Me contaban que le pagaban con monedas de oro, para graficar la abundancia del salario. Y era Doña Custodia, lo que equivalía casi a un título honorífico.

Luego llegó el amor a su corazón, y siguió a su marido, el bisabuelo Eugenio, a Santiago. Junto con ella se vino su hermana, no sé si a ayudarla en las labores del hogar, o aprovechando esa oportunidad de escapar que le ofrecía la vida, a través de su hermana.

Se establecieron en un barrio residencial, cercano al centro de Santiago, a pocas cuadras de donde terminaba la ciudad. Me contaban que cuando llegaron había potreros a pocas cuadras, y establos, así que no extrañaban tanto el campo en que habían vivido buena parte de su vida.

Les tocó vivir la Guerra del Pacífico, entre los años 1879 y 1893, cuando se enfrentó Chile contra Perú y Bolivia. La llamada Guerra del Guano y Salitre. EL salitre, el guano y los minerales fueron las tres causas económicas más importantes que dieron lugar a esta guerra.

Así que el bisabuelo Eugenio a la guerra militar, para salvar y defender el país.

Y ella, Doña Custodia, a la guerra familiar y casera, del día a día, con 10 hijos y una hermana que mantener y proteger.

La hermana cuidaba la casa y atendía a los sobrinos; y la bisabuela pasó a ser el “hombre” de la casa, proveedora de alimentos, distribuidora de autoridad y de los castigos correspondientes. Con ella no había premios, porque hacer los deberes, y bien, era lo esperado.

Cuando llegaba del trabajo, era servida por su hermana e hijas mayores. Comía sola, ya que se suponía que debía descansar. Y luego venía la hora de la verdad, cuando se sabía el mal o buen comportamiento de cada uno de los hijos.

Todos sus hijos le temían, y cuando ella se iba a trabajar era un alivio y recreo para todos. Incluyendo a la tía Carmen Rosa (de quién heredé el nombre).

En cambio, cuando salía la tía, debía hacerlo a escondidas, ya que todos lloraban y querían ir con ella. Nadie quería perderse esas salidas, así que hacían méritos para acompañarla. Y ella lo instauró como premio al mejor comportado. Significaba que había que estudiar, colaborar en los trabajos caseros, las compras y tener un buen trato entre los hermanos. Así lograba la armonía familiar. Cuando alguno de los sobrinos se portaba mal, lo mandaban al patio a hacer hoyos, chicos, grandes, gigantes, según fuera el enojo. ¡¡Parecían conejos!! Nunca supe si ocuparían los dichosos hoyos para algo más que hacerlos.

Esto duró varios años, y cuando terminó la guerra, el bisabuelo volvió a su casa, pero el puesto de mando ya no volvió a salir de manos de Doña Custodia, hasta que ella misma lo entregó, cuando falleció.

Primero falleció el bisabuelo, duró poco una vez acabada la guerra, y sin cargo oficial ni en la casa. Parece que se murió de pena al ver que no era necesaria su presencia, ni en casa ni en el mundo militar. Cuando ya todos conocían sus historias de guerra y no querían escucharlas por enésima vez. Me gustaría saber qué pasó con sus medallas y espada.

Hasta hoy está presente el bisabuelo Eugenio, en algo más que recuerdos. La última hija viva, de 96 años, recibe mes a mes, la pensión ganada por la lucha del bisabuelo en la Guerra del Pacífico.

La abuela materna fue un fantasma, hasta su nombre se ha borrado en el tiempo. Conocí parte de la historia, cuando ya llevaba varios años fallecida mi madre. Era uno de esos secretos familiares, bien oculto y del que no se hablaba nunca. Ella era una de las empleadas de la casa, y tuvo amores con uno de los 10 hijos-sobrinos.

Concibió, parió y entregó a su hija(mi madre) a la tía, que hizo las veces de madre, obligando a su sobrino Carlos, a hacerse responsable de esa hija inesperada, fruto de pasiones escondidas, desiguales y ardientes. Ella partió y dejó su hija como prenda. Nunca más se supo de ella.

Me admira la fortaleza de esa tía-madre para hacer lo que creía correcto. No es fácil portarse bien.

La tía-bisabuela siguió el ejemplo de su hermana, aprendió bien el papel; así que de una dictadora a otra. No hubo mayor diferencia para mi madre.

No se aceptaba la flojera, ni el amor, ni las risas, menos el ocio puro y sencillo de no hacer nada. El descanso era pecado mortal...y métale misas y penitencias.

Mi madre me contaba que antiguamente en Semana Santa, era toda la semana feriado; pero era feriado santo, así que había que caminar despacio, no se escuchaba radio, ni se hacían comidas sabrosas. Era de puro sufrimiento.

Doña Carmen Rosa crió a mi madre como a un hombre, tal vez pensó que así su vida sería mejor, el mundo era de los hombres en esa época…y aún…

Así, mi madre pudo estudiar, gran privilegio en esos años. No era lo común que las mujeres estudiaran. Ellas debían estar en casa siempre, salir sólo a misa, o a otra casa familiar, conocida y segura.

Mi madre tuvo una educación que le abrió puertas y le abrió la mente. Conoció otros mundos.

Pero igual llevaba el germen del matriarcado. Se casó, cuando murió la tía-madre, y duró poco. No tuvo suerte, razón tenía la oposición de la tía. “Te lo dije”, se habría escuchado si hubiera estado viva. Su marido, mi padre, alcohólico y golpeador. Estoy convencida que gracias a la crianza que tuvo, pudo dejarlo y ser una mujer “separada”, cosa terrible y muy mal vista en esos años. Y pudo hacerlo, a pesar de lo enamorada que estaba, pero se dio cuenta que era una relación insana, dañina y tóxica. Que la lastimaba a ella y que arrastraba a su ahijada, que era como su primera hija, y a mí, su única hija, y su tesoro como decía ella. En realidad decía “mi banco”.

Todo esto ha pasado en la casa familiar, dónde aún vivo, y siento que soy la continuación de esas mujeres fuertes, valientes y luchadoras, que han debido tomar las riendas de su vida y de su familia, por una u otra circunstancia.

Y más de alguna vez he pensado que mi madre tenía razón, que la casa no quiere hombres habitándola. Y se encarga de alejar las presencias masculinas. Hay una profusa historia de tías viudas, un par de mujeres separadas(una de ellas yo) y de hijos que se van a hacer sus vidas lejos de ella. Ni siquiera las mascotas...sólo hembras...

CarmenRosa

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